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ÍNDICE
I. Introducción 2
II. Desarrollo 4
A. El Lenguaje 4
B. “Inconsciente y representación…” 10
C. Lenguaje y síntoma en Freud 14
D. DSM y síntoma en Psiquiatría 18
III. Conclusiones 21
Bibliografía 24
Estudios sobre la cuestión del Lenguaje en Psicoanálisis
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Introducción
S. Freud en su Obra de 1915, “Lo Inconsciente”, se propone hacer un recorrido por la evolución de dicho concepto. No obstante, concluye apoyándose en los síntomas psicopatológicos, entendidos como “formaciones o manifestaciones” del Inconsciente a través de los cuales, sería plausible reconocerlo. A dichos fines, citará a modo de ejemplo, la forma de operar de los mecanismos que intervienen en la producción de síntomas en la esquizofrenia (a quien no dedicara tanto interés como el depositado en el estudio de la neurosis); a través de lo que da en llamar el “lenguaje de los órganos” y dice:
“En la esquizofrenia, quedan sometidas las palabras al mismo proceso que forma las imágenes oníricas partiendo de las ideas latentes del sueño [entendido como formación del Inconsciente], o sea al proceso psíquico primario. Las palabras quedan condensadas y se transfieren sus cargas unas a otras, por medio del desplazamiento… Esta conclusión nos obliga a modificar nuestra hipótesis de que la carga de objetos queda interrumpida en la esquizofrenia y a reconocer que continúa siendo mantenida la carga de las representaciones verbales [o representación palabra, en oposición a la representación cosa, tema que se profundizará a lo largo del ensayo] de los objetos… El sistema Inc. contiene las cargas objetivas de los objetos, o sea las primeras y verdaderas cargas de objeto. El sistema Precc nace a consecuencia de la sobrecarga de la representación objetiva [representación cosa] por su conexión con las representaciones verbales a ella correspondientes. Habremos de suponer, que estas sobrecargas son las que traen consigo una más elevada organización psíquica y hacen posible la sustitución del proceso primario por el proceso secundario, dominante en el sistema Precc.”1
Ahora bien, ¿por qué Freud establece esta relación entre “la palabra” del esquizofrénico y “las imágenes oníricas” de los sueños en general? ¿Cuál es el valor real que Freud atribuye a las representaciones, a la hora de articular su idea de Inconsciente? ¿Cuál es la relación que queda establecida entre inconsciente freudiano-representaciones-lenguaje? ¿Cómo articular los síntomas psicopatológicos dentro de esta lógica?
Ante dichos interrogantes, es menester hacer un recorrido por la obra de Freud, a fin de contextualizar la importancia de conocer el valor atribuido a las “representaciones” y su relación con el inconsciente así como, la particularidad que manifiesta en la psicopatología en cuanto a su relación con el síntoma.
A estos fines, será de suma importancia (entre otras), la obra del Dr. Mauricio Fernández Arcila, de la Universidad de Antioquia, quién en la primera parte de su libro “Del inconsciente freudiano al significante lacaniano” trabaja precisamente, los conceptos de inconsciente y representación, en la Obra de Freud y su correspondiente relectura en Lacan. Ésta, junto a una breve ubicación de la importancia del lenguaje en la vida humana a partir de los aportes de la lingüística saussuriana, constituirá la primera parte del desarrollo de este trabajo.
1 Freud, S. (1978-1981) “Lo inconsciente”, en Obras completas, Vol. XIX Bs. As., Editorial Amorrortu.
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Pero el interés sobre esta relación “inconsciente-lenguaje”, será considerado desde un ángulo en particular, como se ha mencionado. Para lo cual se retomará y pormenorizará, la vinculación que existe entre el inconsciente y el “síntoma”, como formación de compromiso. ¿Qué es lo que nos dice (o lo que no puede decir) ese síntoma en tanto manifestación o formación del Inconsciente?, ¿qué le dice ese síntoma al Modelo médico-psiquiátrico?, ¿qué tipo de escucha brinda dicho modelo al síntoma? Y finalmente, ¿cuál es y ha sido, la respuesta de la Psiquiatría frente al síntoma?
Para la parte final de este ensayo, retomaremos los fundamentos del DSM como Manual clasificatorio de trastornos psicopatológicos, entre otras reflexiones al respecto.
De esta forma, se analizará el objetivo fundamental de este trabajo, en cuanto al interés por definir el papel del lenguaje en psicoanálisis a partir de su relación con el inconsciente, y con el síntoma en particular. Comparando además, la forma de entenderlo y abordarlo (o no hacerlo), tanto desde el Psicoanálisis, como desde el punto de vista de la Psiquiatría.
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I. Desarrollo
A. El Lenguaje
El lenguaje es el objeto de estudio de la lingüística, que es la ciencia que se ocupa de todas las manifestaciones del lenguaje, sin distinción de raza, época, lugar, en fin, cultura; y sin obviar ninguna de sus formas de expresión.
Ahora bien, basándonos en la lingüística saussureana2 respecto a la naturaleza del lenguaje, encontramos que para el autor, resulta sumamente dificultoso estudiar al lenguaje en sí, como estructura, dado que:
“Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo en diferentes dominios, a la vez físico, fisiológico y psicológico, pertenece además al dominio individual y al dominio social; no se deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se sabe cómo desembrollar su unidad”3
Es por este motivo que propondrá como solución ante esta dificultad:
“…colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje”4
Además, basándonos en los argumentos de Philippe Guilhem respecto a la obra de Saussure podemos agregar:
“F. de Saussure considera el lenguaje en dos aspectos interdependientes y complementarios, la lengua, reserva organizativa y colectiva del lenguaje, herramienta necesaria para el ejercicio de la facultad del lenguaje, el código esencial. El habla que <no hace más que concretizar la organización de la lengua [según Martinet y Mounin, cita del autor]> fenómeno de utilización individual del lenguaje del cual es, la esfera social”5
De esta forma podemos concluir, que si la recomendación del propio padre de la lingüística es posicionarse en el terreno de la lengua, un buen punto de partida será conocer qué es lo que entiende por la misma. A lo que dicho autor responde:
2 Ferdinand de Saussure, fue el fundador de la lingüística. Las bases de esta ciencia quedaron asentadas en el curso de Lingüística General, que dictara en la Universidad de Ginebra, Suiza (su país natal), en el período comprendido entre 1906 – 1911, poco antes de su muerte. En el presente trabajo nos limitaremos únicamente, a rescatar la parte del curso que dedicara a los Principio Generales de dicha ciencia.
3 De Saussure, F. (1972) “¿Qué es la lingüística?”, en Cuadernos populares, La Habana, Instituto cubano del libro. P. 13
4 Ídem. P. 12
5 Guilheim, P. (1974) “El curso de lingüística general de F. de Saussure y la enseñanza de las lenguas”, en Cuaderno H – Lingüística, La Habana, Editorial Pueblo y Educación. P. 95. El texto resaltado en negritas es nota mía.
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“La lengua es un sistema de signos que expresan ideas…”6
De esta definición nos surge otro interrogante que debemos develar a fin de conocer mejor la naturaleza de la lengua y por ende la facultad del lenguaje. ¿Qué quiere decir Saussure al expresar que la lengua es un sistema de signos?:
“… Saussure considera el signo como la unión de un significante con un significado, unión que solo puede realizarse en un conjunto de estrecha relación con los otros signos. Por consiguiente, es una doble relatividad la que constituye la base del valor del signo; relación ste. sdo. (Relación entre significante y significado) y relación de signo a signo, lo que implica también una solidaridad de los signos unos con otros y un sistema de relaciones en el que cada elemento depende de los otros y sólo está allí <para y por los otros>”7
En cuanto a la naturaleza del significante y del significado que constituyen al signo, Saussure dirá a fin de ejemplificar mejor esta relación, que ambos se corresponden respectivamente con una imagen acústica y un concepto. Entendiendo a la primera como una “huella psíquica”:
“… la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen sensorial, y si llegamos a llamarla “material” es solamente en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto”8.
Y así el autor, a los fines didácticos, introducirá la metáfora del signo lingüístico como una moneda, donde una de sus caras corresponderá al ste y la otra al sdo, términos indisociables entre sí:
“…una entidad psíquica de dos caras… íntimamente unidas que se reclaman recíprocamente.”9
Dicha entidad posee a su vez, dos características principales a saber: ser arbitraria y tener un carácter lineal.
Siguiendo a Saussure comencemos por vislumbrar, ¿qué es lo que entiende por arbitrario?:
“El lazo que une el significante al significado es arbitrario… inmotivado… con relación al significado con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural”10
Y continuando con los esclarecimientos, ¿qué es lo que entiende por carácter lineal del signo?:
6 De Saussure, F. 1972, Ob. Cit. P. 20
7 Guilheim, P. 1974, Ob. Cit. p. 96
8 De Saussure, F. 1972, Ob. Cit. P. 38
9 Ídem, P. 38
10 Ídem, P. 39 – 41
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“El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo únicamente y tiene los caracteres que toma del tiempo: a) representa una extensión y b) esa extensión es mensurable en una sola dimensión; es una línea… sus elementos se presentan uno tras otro; forman una cadena”11
Antes de pasar a explicar en qué forma se constituyen las relaciones entre signos, es importante contemplar dos características más que el autor atribuye al signo, a simple vista contradictorias, pero llenas de sentido una vez que se las analiza: “la inmutabilidad y la mutabilidad”.
¿Qué nos quiere decir Saussure al afirmar que el signo lingüístico es inmutable?, ¿en qué elemento se apoya para tal aseveración? El autor partirá de una de las caras de esta moneda, el significante, para sustentar dicho principio:
“Si con relación a la idea que representa, aparece el significante como elegido libremente, en cambio, con relación a la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre, es impuesto. A la masa social no se le consulta; además, el significante elegido por la lengua no podría tampoco ser reemplazado por otro […] Un estado de lengua dado siempre es producto de factores históricos, y esos factores son los que explican por qué el signo es inmutable, es decir, por qué resiste toda sustitución arbitraria”12
Corresponde al carácter lineal de la lengua, expuesto anteriormente, dar testimonio de la afirmación respecto a la mutabilidad del signo, por lo tanto dirá Saussure:
“El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro efecto, en apariencia contradictorio con el primero [aquí el autor se refiere a la inmutabilidad]: el de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos, de modo que, en cierto sentido, se puede hablar a la vez de la inmutabilidad y de la mutabilidad del signo […] el signo está en condiciones de alterarse porque se continúa. Lo que domina en toda alteración es la persistencia de la materia vieja; la infidelidad al pasado sólo es relativa. Por eso el principio de alteración se funda en el principio de continuidad […] la palabra alteración… siempre conduce a un desplazamiento de la relación entre el significado y el significante”13
Luego de haber expuesto en detalle las características del signo lingüístico, contamos con los principios necesarios para averiguar, ¿cómo se establecen estas relaciones entre signos que constituirán el sistema que dará sentido a la lengua?:
“… Saussure insiste –C. L. G., 2da. Parte, capítulo V—particularmente en los diferentes niveles de relación o de correspondencia; el nivel de la cadena de expresiones, el sintagma que considera como un engranaje in Praesentia, después se llamará una realización de discurso o un fenómeno efectivo o incluso una performance, el nivel asociativo que también se llama paradigmático y que considera como un engranaje in absentia, después se llamará un hecho de lengua o un fenómeno potencial o de competencia.”14
11 Ídem P.42 – 43
12 De Saussure, F. 1972, Ob. Cit. P. 47 – 48.
13 Ídem P. 51
14 Guilheim, P., 1974, Ob. Cit. 96 – 97.
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Hasta aquí una aproximación a la concepción del lenguaje desde la lingüística saussureana, pero cabe destacar, que esta idea sufrió varias mutaciones a partir, de por ejemplo, el “retorno a Freud” que decide emprender Jacques Lacan mediante una minuciosa lectura de la obra freudiana, cuyo fin consistía en darle una resignificación al inconsciente a partir del lenguaje. Respecto a esta ambiciosa tarea, es necesario resaltar, la inquietud de Lacan por reestructurar o, mejor dicho “estructurar”, el objeto de estudio del psicoanálisis en sí, es decir el inconsciente.
De estas mutaciones de la lingüística saussuriana propiciadas por Lacan, la más significativa es sin duda la resignificación del significante saussureano. Así encontramos, que para Lacan el significante no remite a ningún significado, sino al sujeto mismo como su significación, por lo tanto a partir de esta concepción donde el sujeto ocupa el lugar del significante, éste lugar no parece coincidir ni con el lenguaje, ni con el conjunto de significantes que forman al Otro siendo así, este lugar donde opera el inconsciente sería precisamente “el corte entre el Sujeto y el Otro”, es decir una posición transindividual, pues trasciende el espacio netamente subjetivo y además, el exterior.
Siguiendo las similitudes del inconsciente con el lenguaje cabe destacar, según Fernández Arcila, que si:
“…coincide con la exterioridad e individualidad de lo simbólico, es por que equivale a su estructura. De concretas cadenas de significantes pasa a ser igual al orden significante, sujeto a unas leyes de composición (metáfora y metonimia)”15
Partiendo de los principios que Lacan hubiera elaborado en 1971 durante Le Séminaire livre 18: D`un discours qui ne serait pas du semblant.
Para concluir podemos decir, que a partir de esta visión mediadora del inconsciente, entre el sujeto y el Otro, que éste esté estructurado como un lenguaje equivaldría a pensar, que las reglas que operan en el lenguaje serían las vías que nos permitirían entender o develar la trama de los pensamientos inconscientes, pero el autor nos dice que para Lacan el inconsciente no tendría expresividad y estaría constituido por contenidos ambiguos, lo que lo llevaría a reducirlo a “un lenguaje o al lenguaje”, según como el mismo lo llamaría en sus escritos de 1965 (Le Séminaire livre13: L´Objet de le pychanalyse). A partir de aquí, el autor hará un seguimiento de los estudios que Lacan efectuó respecto a la obra freudiana a fin de elaborar la idea antes señalada.
Observando así que, desde el 1953 cuando se fortalece su afiliación freudiana, estudia una serie de manifestaciones inconscientes a partir de análisis de tipo lingüístico, según los cuales el síntoma, será redefinido concibiéndolo como
15 Fdéz. Arcila, M. (2001), “Del inconsciente freudiano al significante lacaniano”, Medellín, Edit. Universidad de Antioquia, P. 222.
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“estructurado como un lenguaje” (como señalamos párrafos arriba), en donde hay una palabra que debe liberarse para esto, tendrá que leerse en una concatenación de significantes, solo así se retornará a la verdad que oculta.
Esta cadena significante tomará más relevancia un año después, en el Seminario 2, en la sesión que le dedica a La carta robada de Poe pasando a ser, “lo esencial del lenguaje” mientras que en la sesión del 56´, entenderá que para definir correctamente a la experiencia freudiana debe reconocerse primero la supremacía del significante, según sus estudios sobre la psicosis.
Cabe destacar además, que Lacan es un continuador de las tesis jakobsonianas de las cuales se servirá para elaborar sus ideas respecto a la metáfora y la metonimia, partiendo de las distinciones respecto a la organización del signo lingüístico planteada por Jakobson, el cual decía que el mismo puede organizarse por combinación o sustitución (Jakobson: “Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de afasia”, 1963), lo que se corresponde respectivamente, con los conceptos saussureanos de sintagma y paradigma, a partir de la constatación de dos tipos de afasias.
Con la salvedad que para Lacan, en disonancia con Jakobson, tanto la metáfora como la metonimia, no serán aspectos accesorios del lenguaje, sino que constituirán “la ley del lenguaje”.
Otra de las diferencias estaría dada en que, cuando Jakobson habla de signos, Lacan considera la combinación y selección de significantes, lo que hace suponer, dice el autor, que no se producirán ni contigüidades ni similaridades semánticas. Aunque, posteriormente planteará que sí existe una conexión entre significantes a partir de la metonimia.
En cuanto a la metáfora dirá que a diferencia de la anterior, emerge entre dos significantes de los cuales uno ha sustituido el lugar del otro en la cadena no obstante el sustituido, se haya presente por su conexión metonímica con el resto de la cadena. Lo que si no es equiparable con la metáfora y la metonimia, son los mecanismos del inconsciente planteados por Freud (a la concepción en cuanto a la relación entre el inconsciente y el lenguaje dedicaremos el siguiente punto de este ensayo ), es decir, la condensación y el desplazamiento, pues se diferencian en la condición que les impone a los mecanismos inconscientes, la materialidad del mismo elemento inconsciente, lo que en palabras de Freud sería “el cuidado por la representabilidad”, mientras que la metáfora y la metonimia son mecanismos lingüísticos.
Hasta acá la relación de Lacan con la lingüística saussureana y jakobsoniana, la cual irá diluyéndose a partir de 1964, momento en el cual la teoría lacaniana sufrirá un viraje con la introducción del objeto a, como opuesto al sujeto del significante. No obstante el tema de este ensayo va dirigido hacia la obra de Freud, no a la forma en la
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que Lacan afirma haber retomado los puntos inconclusos que por causas mayores, debió dejar Freud en su propia Obra.
Por este motivo, Lacan deberá esperar a trabajos posteriores.
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B. “Inconsciente y representación…”
Podemos decir, respecto al desarrollo que fue atravesando en tema del lenguaje en la obra freudiana, que fue durante la prehistoria psicoanalítica (en el Proyecto…), donde encontramos las primeras ideas innovadoras en relación a su época, respecto a lo que daría en llamar “el aparato del lenguaje” cuyos componentes principales, serían “las representaciones de palabra” y “las representaciones de objeto” (las últimas pasarán a llamarse posteriormente, “representaciones de cosa”). Inaugurando un lenguaje metapsicológico en el sitio que anteriormente le adjudicara a la neurología (período de las publicaciones neurológicas, comprendido entre 1888-1895) y oponiéndose además, a las ideas localizacionistas que intentarían dar una ubicación fisiológica a las representaciones.
Según Fernández Arcila, (2001), Freud le daría un valor preponderante a la “palabra” (representación de), al aseverar que ésta debe entenderse como la “unidad funcional” del lenguaje, actuando como una representación compleja en donde los diferentes elementos sensoriales enumerados se asocian en ella; a diferencia de lo que ocurre con las representaciones de objeto, que asocian las representaciones sensoriales más heterogéneas que, sin embargo, sirven para darle significación a la anterior.
Freud se basa en la teoría de un discípulo de Jackson, quien se apoyaba en los estudios de la discriminación de la excitabilidad en tres grados, con el objetivo de explicar la reacción global del aparato del lenguaje. El primero de los grados corresponde a la “incitación arbitraria”; en él nos detendremos a continuación, dado que se corresponde con el uso espontáneo de las palabras.
Este primer grado actúa además, como nexo entre ambas representaciones, pero parte de las representaciones de objeto.
De esta forma, Freud ultimará su trabajo sobre las afasias, con la idea de que la significación depende de los vínculos con dichas representaciones.
Esta conclusión a la que llega, estaría en correspondencia con las ideas saussureanas antes expuestas, en donde recordemos, la significación sería dada por la relación que existe entre significante y significado es decir, entre la cosa y la imagen acústica. Idea que irá mutando, tanto en los análisis de Freud como en la crítica que posteriormente hará J. Lacan, como hemos analizado en el acápite anterior.
Este énfasis depositado en el trabajo asociativo se corresponde con un cambio de técnica, a fin de buscar las conexiones que permitan dilucidar el factor determinante de los síntomas. Innovación que lo llevará a descubrir por un lado, nuevas representaciones y por el otro, un cambio orientado hacia las relaciones lógico-semánticas o lingüística.
Y respecto a éste viraje teórico dice Fernández Arcila que:
“Ciertas determinaciones asociativas, llamadas simbolizaciones y en las cuales intervienen las palabras, se mostrarán a Freud con un mayor poder determinativo que el de las asociaciones productoras del “símbolo
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mnémico”. Como consecuencia del descubrimiento de estas “simbolizaciones” y de la situación psíquica a la cual está sometido el paciente durante el tratamiento, se revelará a Freud la analogía de ellas con el chiste y los sueños. Sin embargo, a pesar de la importancia de estas determinaciones asociativas, y no obstante la comprensión que las representaciones ofrecen del contenido y de las transformaciones de los síntomas, Freud no suprime los factores energéticos.”16
Por lo tanto, Freud llegará a admitir que en ocasiones, las simbolizaciones (symbolisierung) son los únicos factores determinantes de síntomas pero sólo en ocasiones, debido a que aún se rehúsa a concebir la idea de que sea un “fenómeno ideógeno” el causante del mismo, otorgándoles esta responsabilidad a las defensas, con sus “atributos energéticos y voluntarios”.
Pero la defensa, nos dice el autor, no lo ayuda a explicar las múltiples asociaciones que se producen entre el síntoma y las representaciones “intermediarias”, es decir continúa sin conocerse el agente determinante de la elección del síntoma. No obstante, citando lo expuesto por Freud en 1895:
“De todos estos resultados del presionar, uno obtiene la engañosa impresión de una inteligencia superior que estaría fuera de la conciencia del enfermo, mantendría cohesionado con determinados fines un gran material psíquico e instauraría un ordenamiento pleno de sentido para su retorno a la conciencia”17.
Desde aquí se vislumbra que Freud empieza a concebir la idea de algo que escapa a la conciencia, pero que no obstante se mantiene eficiente, es decir, lo que posteriormente concebirá como el inconsciente en sentido dinámico.
En los “Estudios sobre la histeria” de 1895, según el autor, Freud dará una nueva función a lo energético, al decir que es la presencia de la estimulación (es decir, el afecto ligado a la representación reprimida) lo que determina la intensidad del síntoma mientras que la ausencia de la misma, mantendrá inconscientes a las representaciones reprimidas disociadas.
Sigue viéndose la necesidad de una fundamentación objetiva para los procesos psíquicos, la cual quedaría satisfecha mediante los procesos energéticos; no obstante las representaciones le darían elementos para comprender las determinantes de los síntomas, pero no alcanzarían aún, para ser consideradas como sus causantes, pues serían entidades muy “evanescentes” para explicarlos.
Así vemos, que este problema estaría aparejado a la cuestión de ver las condiciones que favorecen la eficiencia de las representaciones inconscientes partiendo del hecho que para Freud, el síntoma es entendido como el principal efecto de la eficacia de dichas representaciones, en la medida en que es capaz de reproducir ciertas experiencias en forma de “símbolos mnémicos”, como si fueran hechos actuales.
16 Freud, S. (1978-1981.) “Sobre la psicoterapia de la histeria” en Obras completas. Vol. II, Bs. As., Editorial Amorrortu. P. 279.
17 Fdéz. Arcila, M. (2001) P. 36
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Será el texto de 1895, “Proyecto de Psicología para neurólogos”, el que utilizará el autor para dar cuenta de las diferentes soluciones que plantea Freud a fin de determinar, cómo las representaciones inconscientes cobran la fuerza suficiente para transponerse en la realidad caracterizando al síntoma (eficacia de las representaciones).
Un claro ejemplo de esto, es el de la “realidad objetiva” o la “creencia”, término empleado por Freud, que data desde 1890 en el “Tratamiento psíquico” donde se utilizaría, para dar cuenta de la incidencia que puede tener un contenido ideógeno sobre el cuerpo, de la misma forma que las órdenes pos hipnóticas. Esto llevará al autor a considerar, que en la base tanto de la hipnosis como de las creencias, lo que encontraríamos es un “acaparamiento de la atención”.
De las conclusiones que nos brinda Fernández Arcila sobre este texto se desprende, que uno de los causantes de la efectividad de las representaciones, es la falta de inhibiciones que opone el Yo sobre las mismas sin dejar de poner énfasis, claro está, en el quantum de afecto que supone la representación, como habíamos visto anteriormente. Dado que, por ejemplo en la hipnosis, el Yo atiende a la orden del hipnotizador y no a la representación en sí, hecho que le permite a la misma desarrollarse.
También los descubrimientos elaborados por Freud en el Proyecto posibilitarán el descubrimiento de los fundamentos de las representaciones en una “génesis perceptiva” a partir, principalmente, de la relación entre la representación de la cosa y la percepción.
Ahora bien, para explicar la estructura del complejo-percepción Freud habla, en este mismo trabajo, de una organización neuronal. Lo que fuera de este análisis estructural, no es otra cosa que decir, que el mismo se constituye a partir de que el niño percibe a la persona encargada de satisfacer sus demandas.
Esta nueva imagen de la representación de objeto o cosa es mucho más rica que la presentada en el trabajo sobre las afasias, como “conjunto no estructurado de imágenes yuxtapuestas”; puesto que ahora las representaciones, constituyen los complejos perceptivos. A esta relación: representación de objeto-parte invariante (la cosa) del complejo perceptivo, Freud le sumará en éste trabajo un tercer elemento, según la interpretación de Fernández Arcila, que es el “Yo”, a partir de las neuronas nucleares que forman su núcleo y constituyen un reservorio de excitaciones, función que Freud le atribuye también a la cosa a partir del análisis del lenguaje.
Respecto a la relación entre la cosa y el núcleo del yo, esta parte invariante del complejo no quedaría excluida de representación, sino sólo fuera del juicio, porque no deja al pensamiento orientarse hacia la consciencia; actuando como una investidura-percepción sin atención que no obstante, puede ser tomada por el pensamiento inconsciente. De esta forma la cosa podría quedar dentro de un proceso asociativo de carácter inconsciente, que no tiene la posibilidad de volverse pensamiento. Por lo tanto, el énfasis ya no estaría en el proceso atencional, sino en la intensidad de la parte invariante del complejo.
Pero según Fernández Arcila es recién en 1915, en su obra “Lo inconsciente”, que Freud se preguntará respecto a la incapacidad de las representaciones de cosa de hacerse conscientes a partir de sus restos de percepción, necesitando relacionarse con las
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representaciones de palabra, a pesar de que el sistema inconsciente es quien contiene a las investiduras de cosa de los objetos y que las representaciones de cosa, surgen a partir de la percepción sensorial. A lo que responde mediante la hipótesis de que; las representaciones de cosa, al haberse separado de los restos de percepción originarios, nada conservan de ellos o bien, no conservaron sus cualidades por considerarlas simples relaciones abstractas entre las representaciones de objeto.
Estas manifestaciones serían contrarias a las formuladas en el Proyecto, enfatizando el papel de las representaciones-palabra y del carácter “abstracto”, perteneciente a conceptos de las inscripciones inconscientes. Según lo dicho por Freud:
“…mediante el enlace con palabras pueden ser provistas de cualidad aun aquellas investiduras que no pudieron llevarse cualidad ninguna de las percepciones porque correspondían a meras relaciones entre las representaciones-objeto.”18
Es decir, más allá de la relación entre la representación cosa-percepción, están las representaciones de palabra, para darles “cualidad”.
En “El Yo y el Ello”, de 1923, estas representaciones serán el puente que permita diferenciar los sistemas Pre consciente e Inconsciente, sin tener necesidad de mencionar la consciencia.
En cuanto al problema de develar como los pensamientos, siendo inconscientes, son vivenciados como percepciones verdaderas, vuelve a recurrir a la mediación de las representaciones-palabras, que al sobre investir al pensamiento, lo hacen devenir como proveniente del exterior y por lo tanto, parecer real.
Esto se puede observar en los sentimientos de culpa, problema nuclear de las neurosis como bien señala Fernández Arcila, pues son vivenciados, aunque en la realidad no se haya cometido ningún “delito”, por la sola representación del mismo, como diría Freud en “La negación” desde 1925.
18 Freud, S. (1978- 1981) “Lo inconsciente”, Ob. Cit. P. 199
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C. Lenguaje y síntoma en Freud
Como vimos en el capítulo anterior, al analizar la evolución del concepto “representación” en la obra de Freud, podemos ultimar que la importancia del mismo está dada por el interés en poder leer, a partir del lenguaje, al síntoma entendido como manifestación del inconsciente dinámico, eficaz, en contraposición a las visiones descriptivas que le anteceden:
“…la conexión causal del trauma psíquico con el fenómeno histérico no consiste en que el trauma actúe de agente provocador, haciendo surgir el síntoma el cual continuaría subsistiendo independientemente. Hemos de afirmar más bien que el trauma psíquico, o su recuerdo, actúa a modo de un cuerpo extraño; que continúa ejerciendo sobre el organismo una acción eficaz y presente, por mucho tiempo que haya transcurrido desde su penetración en él”.19
Para profundizar aún más en la relación que mantiene el lenguaje con el síntoma, siendo el primero una vía de acceso dentro del espacio analítico, de aquello que por su “ubicación” en la vida anímica del sujeto, resulta dificultoso apalabrar motivo por el cual, se manifiesta en forma de síntoma.
Empecemos por decirlo de alguna manera, por las conclusiones.
Citamos uno de los aportes que presenta Alejandro Salamonovitz (1999) a la definición de “síntoma”, como vía de inserción del “trastorno depresivo” a la clínica psicoanalítica. A dichos fines, lo presentará como una entidad “diferente al síntoma”, en tanto consiste precisamente, en el silencio es decir, en un momento anterior a la palabra, en la incapacidad de encontrar alguna vía para expresar nuestro deseo.
La depresión es “un padecimiento que produce la presencia de un deseo irrealizable”, si entendemos a la realización de deseo en la forma en que la expresa Salamonovitz, como “la posibilidad de decir algo en cualquier lenguaje”.
Y es en este punto, donde precisamente reside la relación entre síntoma y lenguaje. El síntoma, al corresponderse con el inconsciente en tanto es una de sus manifestaciones, actúa como uno de sus “decires”. El sujeto dice en síntomas lo que no puede expresar en palabras (piénsese por ejemplo, en la histeria de conversión, donde el síntoma habla a través del cuerpo). Tras estas aseveraciones, no resulta ilógico que Salamonovitz plantee al síntoma como vía hacia la cura de la depresión (o silencio melancólico, como también lo llama, al reconocer la ausencia del término depresión en Freud), en tanto al igual que las otras formaciones de compromiso20 (sueños, actos fallidos, chistes, olvidos)
19 Savio, N. (2006) “El síntoma en los inicios de la originalidad freudiana.”, Publication: Fundamentos en Humanidades.
http://www.articlearchives.com/science-technology/behavior-cognition-psychology/350252-1.html revisado por última vez el viernes 20 de marzo de 2009, 01:02 a.m.
20 “Cuando señala que el síntoma es una formación de compromiso, Freud expresa que lo inconsciente toma parte en la creación de dicha manifestación. El síntoma no ha brotado a motivo de nada, sino como respuesta a una disputa entre lo consciente y lo inconsciente que se ha resuelto por un consenso entre ambas instancias psíquicas. La presión ejercida por lo reprimido en su intento de ingresar a la conciencia ha sido controlada por las fracciones defensivas mediante la represión. Sin embargo, lo que parecía manejado y se encontraba desalojado de la conciencia, pulsa por su expresión y espera el momento adecuado para darse a conocer. Es ahí cuando
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responden a realizaciones del deseo. De esta forma el paso de la depresión a un estado menos doloroso estaría representado por el “transito del silencio a la palabra”:
“Los síntomas son maneras de hablar en lenguajes arcaicos. Estos lenguajes son irreconocibles para el yo. El empleo de la interpretación como método clínico no sería justificable si negáramos el hecho de que el síntoma es palabra. La interpretación exitosa es la que permite decir de otra manera, cambiar la palabra del síntoma por la palabra poética. Este lograr decir de otra manera, apunta a sostener la realización del deseo por caminos menos dolorosos. Cualquier terapéutica que apunte a suprimir el síntoma en el sentido de silenciar su valor de palabra, contraviene la ética psicoanalítica que aquí suscribimos. La ética del psicoanálisis no es suprimir los síntomas –lo cual sería un acto eminentemente psiquiátrico—sino hacer hablar con otro lenguaje lo que atañe al deseo. La violación a esta ética, que confiere su especificidad a la clínica psicoanalítica, implica cambiar la palabra del síntoma por el silencio de la depresión… es un terrible mal que está más acá del síntoma, antes de la palabra, en el silencio desesperado de millones de seres humanos que bordean la desesperanza”21
Continuando nuestro recorrido desde esta ética del psicoanálisis, que pugna por hacer palabra, desde una posición menos dolorosa, nos remontaremos nuevamente a la prehistoria del Psicoanálisis, cual retorno a la escena primordial durante el segundo momento en la “Teoría del trauma psíquico”22, para recordar el célebre nombre que diera una de las pacientes histéricas que cuentan en los historiales de Freud (aunque no haya sido su paciente), Anna. O.
Durante el tratamiento que llevara a cabo Josef Breuer en 1881, con dicha paciente, la misma daría en llamarlo la “cura por el habla”23. Así entendido, y volviendo a lo dicho en
aparece el síntoma a la manera de una formación de compromiso, satisfaciendo las imposiciones del Yo y de lo inconsciente simultáneamente, pero ninguna en su totalidad. Lo emergente no responde por completo ni a los requerimientos del Yo ni a la necesidad expresiva de lo inconsciente y, empero, deja satisfecho a ambos, en tanto la victoria no ha sido completa pero la derrota tampoco.” En, “Síntoma y diagnóstico en Psiquiatría y Psicoanálisis” 2008, http://undiasinpensamiento.obolog.com/sintoma-diagnostico-psiquiatria-psicoanalisis-61690, revisado por última vez el viernes 20 de marzo de 2009, 01:02 a.m.
21 Salamonovitz, A. (1999): “Del silencio a la palabra” Reflexiones psicoanalíticas sobre la depresión, Mx, Editorial del Círculo Psicoanalítico Mx. P. 24 – 25.
22 “…una segunda escena traumática <<auxiliary>>, ocurrida contemporáneamente o a posteriori del despertar sexual (aquí llámese adolescencia) activaría el recuerdo de una primera vivencia (prematura) que solo con efecto retroactivo devendría traumática. Se trataría de:
“… una acción póstuma de un trauma sexual” (Freud, 1992).
La resignificación sexual de la primera, se lograría según S. Freud, en este momento de sus desarrollos teóricos, en la <<maduración sexual>>. Surgiría de esta manera, una <<tesis válida sin excepción>>:
“Ningún síntoma histérico puede surgir de una vivencia real sola, sino que todas las veces el recuerdo de vivencias anteriores [a la madurez sexual], despertado por vía asociativa, coopera en la causación del síntoma” (Freud, 1992).
Desestima así la noción de temporalidad lineal y cronológica. Al plantearse la posibilidad de que un recuerdo genere mayor displacer que la vivencia correspondiente, instala el nachträglich y la resignificación como supuestos. El recuerdo como <<actual>> abriría una vía hacia la temporalidad inconsciente.”, en Savio, N. (2006) Ob. Cit. http://www.articlearchives.com/science-technology/behavior-cognition-psychology/350252-1.html
23 “…consiste en re-evocar el recuerdo del trauma y en poner en palabra el afecto asociado al recuerdo[…]reprimido de una experiencia sexual infantil… ahora esta capacidad era propia sólo de aquel período de la vida de una persona en que no podía traducir ninguna idea a la consciencia verbal: los primeros cuatro años” Forrester, J. (1989) “El lenguaje y los orígenes del psicoanálisis” , México, D. F. , Fondo de Cultura Económica, P. 49- 51
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párrafos anteriores, el camino hacia la cura está dado por el intercambio de palabras. Como diría John Forrester:
“… todas las condiciones necesarias para esta curación en las condiciones necesarias del lenguaje”24
Recordando lo expuesto en el acápite anterior, antes incluso de haber creado el Psicoanálisis (1890), en la época comúnmente llamada Pre -psicoanalítica, Freud había depositado todo su interés en el “poder de las palabras”:
“Las palabras son la herramienta esencial para el tratamiento mental. Sin duda, a los legos les será difícil entender cómo es que pueden eliminarse las alteraciones patológicas y de la mente por medio de “meras” palabras. Sentirán que se les está pidiendo que crean en la magia. Y no estarán tan errados, puesto que las palabras que usamos en nuestra habla cotidiana no son otra cosa que una magia deslavada. Pero tendremos que hacer un rodeo para explicar cómo la ciencia se propone devolver a las palabras por lo menos una parte de su antiguo poder mágico”25
Ahora bien, ¿qué es lo que hay que verbalizar, según Freud, para encontrar un camino hacia lo que podríamos considerar, un “estado menos doloroso”?, ¿qué relación guarda éste con el inconsciente?:
“…la meta del psicoanálisis es ir más allá de las ideas que se presentan ante la consciencia en forma verbal, en un intento por reconstruir estos procesos de pensamiento inconscientes y preverbales… Podríamos llamar a esta nueva línea la concepción instrumentalista u operacionalista del inconsciente, expresada por Freud de manera sucinta en una carta a Groddeck…: “Así, el inconsciente es algo milagroso, un signo de la falta de una mayor familiaridad (conocimiento)…” o en términos más claros, en Un esbozo del psicoanálisis:
Hemos descubierto métodos técnicos para llenar las lagunas en los fenómenos de nuestra consciencia, y utilizamos estos métodos en la misma forma como un físico utiliza la experimentación. De este modo, inferimos un buen número de procesos que en sí son “incognoscibles”, y decimos: “En este momento intervino un recuerdo inconsciente”; esto significa que en este momento ocurrió algo de lo cual no podemos formarnos una concepción, pero que si hubiera entrado en nuestra consciencia, sólo podría describirse de tal o cual manera”26
En cuanto a la relación que esto guarda con el inconsciente resulta de suma importancia agregar, que en 1915 Freud dijo que:
“…lo que caracteriza a una representación como inconsciente es la falta de traducción a palabras. Las ideas que, por una u otra razón, no podían expresarse en palabras –por ejemplo, el misterio ligado a los genitales—tendían a formar el núcleo del inconsciente reprimido” 27
De esta forma, en el caso de la histeria al igual que en el de la depresión que intentara introducir Salamonovitz, la cura residiría en las palabras. De una u otra forma, el vínculo
24 Ídem, p. 18
25 Ídem, p. 29 (corresponde a una cita de Freud)
26 Ídem, p. 21 – 22
27 Ídem, p. 54. lo que corresponde con la idea de la Represión primaria, núcleo de atracción de los elementos reprimidos tras la represión secundaria. Según esta teoría, es imposible llegar al núcleo de lo reprimido.
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analítico supone un sujeto que habla y otro que escucha y entre ambos, lo que se juega es el deseo:
“La cura por el habla se aparta de la relación dramática entre el doctor y el paciente frente a las palabras de la persona histérica; la mirada del doctor se aleja del cuerpo del paciente, creando así la presencia de un amo, a la vez que llena el campo de la consciencia de la histérica y le permite convertirse en el deseo del juguete del amo, es decir, le permite “satisfacer” su propio deseo.”28
Ahora bien, en la introducción de este trabajo, nos propusimos una aproximación a la noción del síntoma, desde una perspectiva psicoanalítica freudiana, trasando un recorrido, en cierta forma “histórico”, que nos llevó a profundizar en la importancia del lenguaje en dicha obra, como vía metafórica hacia una aproximación a la estructuración del inconsciente. Lo que nos permitió llegar hasta la etiología misma de los síntomas, entendidos como fenómenos de naturaleza psíquica, que pueden cobrar expresión a través de exteriorizaciones corpóreas. Así pudimos ver qué intentaban decirnos esos síntomas. Pero con Salamonovitz, nos encontramos con el silencio que representa al “mal de nuestra época”. Ahora bien, si la cura a este mal residiría en las palabras, en el llegar a decirle a otro que escuche, a fin de que en ese espacio surja el deseo. ¿Qué tipo de escucha le brinda el Psiquiatra (como representante del Modelo médico) al sujeto? ¿Qué entiende este profesional de la salud por síntoma? ¿A partir de que elementos teórico – metodológicos abordará al síntoma?
28 Ídem, p. 59
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D. DSM y síntoma en Psiquiatría
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales o en inglés, Disease Statistical Manual (DSM) de la American Psychiatric Association (Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos), está fundado en el modelo de las Ciencias médicas pero a diferencia de ésta, no describe enfermedades sino “trastornos”. Los cuales son entendidos de la siguiente manera:
“Síndrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica que aparece asociado a un malestar (por ejemplo dolor), a una discapacidad (por ejemplo deterioro de una o más áreas de funcionamiento) o a un riesgo significativamente aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad…”29
El propósito del DSM-IV, estará dirigido a llegar a un diagnóstico claramente categorizado para que las diferentes áreas de la salud; puedan diagnosticar, estudiar e intercambiar información a fin de fijar el adecuado tratamiento de los distintos trastornos mentales.
Esta obstinación, ubica al DSM-IV en un lugar preferencial en la esfera del psicodiagnóstico clínico.
En el DSM- IV, las entidades clínicas fueron abandonadas y reemplazadas por la noción de “trastorno”, en beneficio de una caracterización sintomática. Así el diagnóstico, siempre es presuntivo nunca definitivo; ya que puede ir variando en el tiempo, en tanto éste se hace a partir de los síntomas que el sujeto presenta sincrónicamente al momento de la evaluación clínica.
De esta forma podemos decir, que “éste manual actúa desde el síntoma”. Toda categoría es entendida y comprendida desde las manifestaciones observables, de modo que cualquier clínico sea capaz de efectuar una evaluación similar bajo condiciones equivalentes. Los conceptos de fondo son “la comprobación, la replicabilidad y la pretensión de objetividad”, principios que coinciden a la perfección con los fundamentos de las ciencias positivistas a las que responde el Sistema médico en su conjunto; y la Psiquiatría en particular, a partir del deseo imperioso de ser legalmente aceptada como ciencia y por ende, rama legítima de la medicina.
En 1991, J. Dor plantearía que:
“…en toda práctica clínica, es habitual tratar de establecer correlaciones entre la especificidad de los síntomas y la identificación de un diagnóstico… No obstante, si ese dispositivo causalista es eficaz, es porque el cuerpo responde a un proceso de funcionamiento él mismo regulado según un principio idéntico… Si este principio es uniformemente válido en los diversos campos de la clínica médica, de ningún modo lo es en el espacio de la clínica psicoanalítica” 30
29 Pierre Pichot, Juan José López-Ibor Aliño, American Psychological Association, Robert L. Spitzer, Manuel Valdés Miyar, (1995) DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Barcelona, Masson S. A. Introducción, p. 21.
30 Dor, J. (1991). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Bs. As., Editorial Manantial. P. 21
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En este punto es como si nuevamente nos encontráramos ante la mutabilidad e inmutabilidad del signo lingüístico que expusiéramos anteriormente. La propuesta del DSM-IV es que ciertas alineaciones de criterios establecen un cuadro. No obstante, esa tentativa de correlación, en términos de Dor, solamente sería válida en función de la existencia de un principio causalista que ocasionara tal estabilidad. La incertidumbre recae entonces sobre la existencia o no de dicho principio.
Por un lado, encontramos el argumento de Dor, para el cual resulta casi imposible encontrar una correlación permanente entre los síntomas que caracterizan un trastorno determinado, planteando que a tales fines, sería necesario que existiera un principio causalista, que ocasionara tal estabilidad. Mientras que por el otro, resulta verosímil la emergencia de configuraciones sintomáticas que tienden a presentarse periódicamente, así como el hecho de que los criterios DSM no se corresponden con meras hipótesis u observaciones azarosas. No obstante, la presencia de cierta regularidad en las manifestaciones psicopatológicas, no lleva a que todo diagnóstico deba ser establecido desde la condición observable del síntoma, desde el síntoma tal cual se manifiesta, ya que podría suceder que un conjunto de síntomas correspondiera a causas distintas. Los síntomas psíquicos pueden presentarse unidos bajo el influjo de diversas etiologías. Cuando se instaura una categoría, y por tanto se la diferencia de otras, implícitamente (o puede que explícitamente) se establece que tal cuadro posee una causa que lo individualiza. De lo contrario, la sintomatología sólo correspondería a una variante de una clase preexistente y correspondería clasificarla como un subtipo.
Si bien los avances médicos en el área de la clínica orgánica han logrado novedosos y avanzados desarrollos tecnológicos, para la evaluación y el tratamiento de los mismos; no podemos decir que tales avances encuentran un correlato en el campo de la llamada “salud mental”. No obstante, resulta notorio que aun cuando se desconocen las causas de la mayoría de las categorías psiquiátricas (y se seguirá desconociendo en tanto no se reconozca la naturaleza de los hechos psíquicos), se ha dado crédito a los modelos de clasificación por medio de síntomas, lo cual, desde esta lógica, podría resultar altamente cuestionable (e incluso, paradójico). Una gran parte de las psicopatologías especificadas en los manuales permanecen aún indescifrables en cuanto a su causa principal, a pesar del progreso científico. Lo que corresponde con la idea de Dor, según la cual “el potencial de comprensión depende de la cualidad del objeto de análisis”, lo que dicho de otra manera, sería como intentar descubrir algo que en el objeto real no existe (lo que nos recuerda a la lógica saussureana respecto al nexo, que descalificara Lacan e incluso el mismo Freud, entre sdo. – ste.).
De esta forma, volviendo al principio de estabilidad que nos exhortara a buscar Dor, podemos responder que, en el nivel psíquico, es sólo parcial. De este modo:
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“…en lo que concierne a la causalidad psíquica, hay también determinismo, pero se trata de un determinismo psíquico que no obedece a tales líneas de regularidad. En otros términos, no existen acomodaciones estables entre la naturaleza de las causas y la de los efectos” 31
De lo expuesto hasta aquí podemos resumir, que la incongruencia de la relación que la psiquiatría guarda con el síntoma reside en considerarlo como evidencia única y definitoria del diagnóstico (sdo. – ste.), entendido únicamente además, desde una perspectiva superficial, obvia y evidente. Respecto a esta forma de entender al síntoma por parte de la psiquiatría diría Freud:
“… la psiquiatría clínica hace muy poco caso de la forma de manifestación y del contenido del síntoma individual, pero que el Psicoanálisis arranca justamente ahí y ha sido el primero en comprobar que el síntoma es rico en sentido y se entrama con el vivenciar del enfermo”32
Desde el Psicoanálisis, el síntoma posee una faceta doble, una evidente-obvia y otra subyacente-oculta. La cara evidente del síntoma es directamente observable, susceptible de ser descrita por el clínico de un modo claro y objetivo; el nivel de comprensión es descriptivo, supuestamente sin interferencia de interpretaciones o deducciones subjetivas. Este es el ámbito propiamente psiquiátrico, donde configuraciones de síntomas dan cuenta de las enfermedades. En contraparte, el aspecto subyacente y oculto del síntoma expresa que el ámbito obvio es sólo un su disfraz. Habla sobre lo que está contenido en el síntoma pero que al mismo tiempo no es totalmente explicable desde él, hay algo que falta, algo que permanece escondido:
“Para decirlo ahora más directamente: mediante la indagación de los histéricos y otros neuróticos llegamos a convencernos de que en ellos ha fracasado la represión de la idea entramada con el deseo insoportable. Es cierto que la han pulsionado afuera de la conciencia y del recuerdo, ahorrándose en apariencia una gran suma de displacer, pero la moción de deseo reprimida perdura en lo inconsciente, al acecho de la oportunidad de ser activada; y luego se las arregla para enviar dentro de la conciencia una formación sustitutiva, desfigurada y vuelta irreconocible, de lo reprimido, a la que pronto se anudan las mismas sensaciones de displacer que uno creyó ahorrarse mediante la represión. Esa formación sustitutiva de la idea reprimida -el síntoma- es inmune a los ataques del yo defensor, y en vez de un breve conflicto surge ahora un padecer sin término en el tiempo.” 33
31 Dor, J. (1991), Ob. Cit. p. 21
32 Savio, N. (2006) Ob. Cit. http://www.articlearchives.com/science-technology/behavior-cognition-psychology/350252-1.html
33 Freud, S. (1978-1981) #Conferencias de introducción al psicoanálisis” en Obras completas. Vol. XVI, Bs. As., Editorial Amorrortu.
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III. Conclusiones.
Siendo consecuentes con la lógica del Inconsciente como “atemporal”, empecemos por la conclusión final a la que nos llevó este trabajo: “Negarnos a la escucha, corresponde a negar lo característico del ser humano, nuestra propia Naturaleza (entendida desde lo simbólico, no desde la Naturaleza animal)”.
¿Qué queremos decir con esto?
Volvamos sobre dos elementos de la clínica psicoanalítica a fin de sustentar dicha afirmación:
1. El método creado por Anna O., la paciente histérica que trató J. Breuer a fines del S. XIX: “Talking cure” («cura de conversación») y el humorístico de “chimney-sweeping” (limpieza de chimenea).
Que en la actualidad podría ser complementado, según las aportaciones de Salamonovitz, de la siguiente manera:
“…la cura residiría en las palabras. De una u otra forma, el vínculo analítico supone un sujeto que habla y otro que escucha y entre ambos, lo que se juega es el deseo:
“La cura por el habla se aparta de la relación dramática entre el doctor y el paciente frente a las palabras de la persona histérica; la mirada del doctor se aleja del cuerpo del paciente, creando así la presencia de un amo, a la vez que llena el campo de la consciencia de la histérica y le permite convertirse en el deseo del juguete del amo, es decir, le permite “satisfacer” su propio deseo.”34
2. Y de esta forma llegamos al segundo punto que interesa destacar:
Entendiendo la depresión como la presenta Salamonovitz: “un padecimiento que produce la presencia de un deseo irrealizable; siendo en consecuencia una entidad “diferente al síntoma”, en tanto consiste precisamente en el silencio (abordado como momento anterior a la palabra), en la incapacidad de encontrar alguna vía para expresar nuestro deseo (posibilidad de decir algo en cualquier lenguaje)”.
Ahora sí tenemos los elementos suficientes para explicar nuestra conclusión, e introducir, a la vez, una crítica a la Psiquiatría, en tanto método de abordaje de los síntomas.
Nos preguntábamos al comienzo de éste trabajo: ¿qué tipo de escucha brinda dicho modelo [Médico- Psiquiátrico] al síntoma?
Ciertamente no brinda la escucha del sujeto-pasivo, dispuesto a dejarse amar por el otro demandante, a fin de orientarlo, hasta que surja su propio deseo.
34 Página 15 de éste trabajo
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Por el contrario, ocupa el lugar del Otro, de ese otro fálico, que lo tiene todo, que lo devora, que lo silencia en su mundo de etiquetas, no de individuos. Mundo en donde no existen singularidades, sino regularidades que se repiten sistemáticamente en nexos lógicos e inmutables, como los signos saussureanos.
“Si presenta 3 de 7 es un…” una parte de la masa, amorfo, heterogénea y heteróclita de trastornos del estado de ánimo, depresivos, distímicos o con el complemento que mejor les acomode. Es increíble, el precio que tiene incorporar una nueva entidad diagnóstica al DSM, comentaba el Dr. Juan Carlos Volnovich35, como dato anecdótico al dar testimonio de la desorbitante suma que se le había ofrecido por parte de reconocidas empresas farmacéuticas, por aportar los argumentos suficientes a fin de incluir una nueva categoría diagnóstica, en dicho manual, vinculada a los efectos post traumáticos sucedidos en Argentina, tras la última dictadura militar de 1976.
Si tiene más de 12 años y su peso es superior o igual a los 40 Kg la dosis… que callará a su síntoma equivale a tantos miligramos… que no guardan una relación directamente proporcional con las ganancias que reciben los representantes del Modelo Médico Hegemónico36.
La Psiquiatría no escucha, la Psiquiatría des-subjetiviza, “normaliza”, según estándares establecidos consuetudinariamente, por las normas establecidas por el Modelo Médico Hegemónico.
Hay que callar al síntoma, a la queja histérica, al delirio psicótico, porque molestan. Nos molesta lo que nos vienen a decir, nos molesta que a la manera de “chivos expiatorios”, se presenten como el Morfeo del film Matrix, pero sin ninguna intención de ofrecernos la “pastilla” que nos haga capaces de ver la realidad que nos rodea. Esa sería una respuesta al estilo psiquiátrico. Ellos simplemente están, no dirigen su mirada hacia nosotros, no obstante, se presentan como reflejo de aquello que también forma parte de nuestra psique. Eso es lo que nos resulta inaceptable.
En la época de Freud, “el gran mal”, síntoma de una sociedad represiva e hipócrita que inhibía (e incluso negaba) las manifestaciones sexuales del individuo casi manda a Freud a la hoguera. Aunque se puede destacar, que en un sentido simbólico, si se lo incineró. Sus obras fueron prohibidas y “quemadas”, en el Imperio Nazi. La palabra escrita, símbolo de la palabra oral, intentó ser “silenciada”.
En nuestra época la “depresión”, los trastornos narcisistas, producto de una sociedad que tiende a borrar al sujeto, llama año tras año a diferentes disciplinas, a valerse de ellas en
35 Conferencias dictadas por el Dr. J. C. Volnovich en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, Cuba, durante el mes de marzo de 2005.
36 Para mayor información respecto a dicho modelo, se sugiere revisar el texto de: Menéndez, E. (1990). Morir de alcohol. México: Alianza. Cáp. 3. El Modelo Médico Hegemónico. Estructura, función y crisis.
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su deseo por sepultar al psicoanálisis. Pero, vaya paradoja, el Psicoanálisis sigue vivo, a no ser que se trate: “un morto che parla”, o mejor dicho “un morto di ascolto”.37
37 “un muerto que habla”… “un muerto que escucha”
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Bibliografía
De Saussure, F. (1972) “¿Qué es la lingüística?”, en Cuadernos populares, La Habana, Instituto cubano del libro.
Dor, J. (1991). “Estructuras clínicas y psicoanálisis”. Bs. As., Editorial Manantial.
Fdéz. Arcila, M. (2001) “Del inconsciente freudiano al significante lacaniano”, Medellín, Edit. Universidad de Antioquia.
Forrester, J. (1989) “El lenguaje y los orígenes del psicoanálisis”, México, D. F., Fondo de Cultura Económica.
Freud, S. (1981):
“Conferencias de introducción al psicoanálisis”, en Obras completas Vol. XVI, Bs. As., Editorial Amorrortu.
“Lo inconsciente”, en Obras completas, Vol. XIX Bs. As., Editorial Amorrortu.
“Sobre la psicoterapia de la histeria”, en Obras completas, Vol. II, Bs. As., Editorial Amorrortu.
Guilheim, P. (1974) “El curso de lingüística general de F. de Saussure y la enseñanza de las lenguas”, en Cuaderno H – Lingüística, La Habana, Editorial Pueblo y Educación.
Pierre Pichot, Juan José López-Ibor Aliño, American Psychological Association, Robert L. Spitzer, Manuel Valdés Miyar, (1995) “DSM-IV: Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales”, Barcelona, Masson S. A.
Salamonovitz, A. (1999) “Del silencio a la palabra” Reflexiones psicoanalíticas sobre la depresión”, México: Círculo Psicoanalítico Mexicano
Savio, N. (2006) “El síntoma en los inicios de la originalidad freudiana”, Publication: Fundamentos en Humanidades.
http://www.articlearchives.com/science-technology/behavior-cognition-psychology/350252-1.html revisado por última vez el viernes 20 de marzo de 2009, 01:02 a.m.
S/A, (2008) “Síntoma y diagnóstico en Psiquiatría y Psicoanálisis” http://undiasinpensamiento.obolog.com/sintoma-diagnostico-psiquiatria-psicoanalisis-61690, revisado por última vez el viernes 20 de marzo
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