Que el proceso de duelo sea una experiencia más o menos dolorosa depende de la manera de entender la muerte que tenga cada uno. De jóvenes aprendimos en la asignatura de física que la energía ni se crea ni se destruye: se transforma. Algo que ocurre en todo el universo, incluidos los seres vivos, que también experimentan una transformación.
Cada religión expresa de forma distinta el tránsito de la muerte hacia el más allá. Algunas doctrinas la ven como una sucesión de vidas. Es el caso del hinduismo, budismo y otros credos de sociedades orientales que creen en la reencarnación. La base de su doctrina es que tenemos que crecer y evolucionar tanto que con una sola vida no es suficiente. Entienden el paso por la tierra como un aprendizaje, como una escuela en la que debemos aprender diferentes lecciones, y si no superamos alguna de las asignaturas, nos la volveremos a encontrar en una vida futura.
Según estas religiones, la reencarnación nos permite aprobar asignaturas pendientes personales, cuestiones que tienen que ver con el egoísmo, la autoestima o la seguridad en uno mismo por ejemplo. También hace que nos volvamos a encontrar con antiguos compañeros de clase, es decir, con las personas que se relacionan con estos retos a superar. A todo ello lo llaman karma. Tanto el hinduismo como el budismo consideran que existen diferentes estadios de evolución y encarnación y que la persona puede involucionar y transformarse en una especie animal inferior
Otra dimensión del ser
La religión católica tampoco cree en un morir total: la persona deja aquí su cuerpo físico, pero el espíritu va a formar parte de otra dimensión. No es el momento de entrar en los detalles de cada una de las religiones, pero todas coinciden en la existencia de una evolución de un nivel a otro. Solo muere el cuerpo físico, el mental, el emocional y el energético se transforman hacia otro estadio, y solo cuando somos capaces de verlo así desaparece el miedo a la muerte. Y, como consecuencia, cuando llega el momento de decir adiós a un ser querido, facilita mucho esta vivencia.
Si te cuesta verlo de esta manera, te recomiendo que repares en el ejemplo de los gusanos de seda. ¿Verdad que es algo natural que de un gusano que se arrastra renazca una preciosa mariposa? La muerte es similar, la diferencia es que mientras la transformación de gusano a crisálida nos la explicaron como un proceso natural, la muerte siempre nos la han presentado como un fenómeno trágico y triste.
¿Tu amigo está en duelo? Así puedes ayudarle
El que entienda la muerte como un renacimiento hará que su pena sea mucho más llevadera, pero también le ayudará el hecho de que las personas de su entorno cercano tengan una actitud constructiva. Si bien la ayuda de psicólogos pueden ayudar, si está en tus manos apoyar a una persona que atraviesa esta vivencia, estas pautas te ayudarán a hacerlo de la mejor forma:
- Haz que te sienta próximo. Quien ha perdido a un ser querido necesita el amor de los más cercanos. Los primeros días de duelo son delicados y no es momento para que trate de quedar bien ni para atender compromisos.Agradecerá rodearse de gente con quien pueda expresar abiertamente sus sentimientos. Quedarse las emociones negativas dentro podría bloquearle, lo que a la larga derivaría en trastornos emocionales o enfermedades físicas. Para él es momento de hablar, llorar y vaciar toda la tristeza.
- Anticípate a sus problemas del día a día. Tras las primeras horas –incluso días– de conocer la noticia, se hace muy cuesta arriba cualquier trámite, gestión o tarea cotidiana. No le ofrezcas que te avise si necesita algo, no esperes su llamada. Si les preguntas si le puedes ayudar, lo más probable es que te diga que no. Lo mejor es que te anticipes y tomes las riendas para facilitarle sus quehaceres: da la noticia a los demás, acompáñale en los trámites, toma las primeras decisiones para que solo tenga que elegir entre una cosa u otra, realiza sus tareas domésticas…
- Recuérdale que la muerte es un renacimiento. Debe entender que una muerte aquí es un renacimiento en otro estadio de conciencia, igual que cuando nace un bebé en el mundo es porque ha habido una muerte en otro estadio. Si él ha trabajado su espiritualidad y entiende la muerte de esta forma, el duelo no será una experiencia tan dolorosa. También le será más fácil, desde el amor, acompañar a su ser querido en su tránsito y evitar así que el alma quede anclada por las ataduras afectivas.