El Aborto – Un Duelo que se puede Resolver

La misma palabra genera rechazo. Es oscura, seca, triste. Y aunque muchos opinen lo contrario, yo al menos no conozco a ninguna mujer que haya disfrutado de un aborto, o que permanezca indiferente ante esta experiencia. 

 

Como sabemos, el aborto puede suceder por decisión de la mujer o de manera involuntaria. Los dos hechos tienen connotaciones muy diferentes a nivel social y están asociados a los valores culturales.

 

Son infinitos los posibles motivos por los que una mujer decide provocar la interrupción de su embarazo. Y más allá del acuerdo o desacuerdo con esta decisión, en el ámbito de la salud mental que no se ocupa de juicios —o al menos no debería hacerlo— sí es necesario comprender las implicaciones que esta opción le supone. Lo mismo sucede cuando el embarazo ha sido interrumpido de forma involuntaria, es decir, espontáneamente.

 

A primera vista, podría decirse que cuando el aborto es provocado resulta más compleja la recuperación. Más aún, en la literatura “científica” se dejan entrever tintes moralistas que criminalizan a la mujer que decide interrumpir su embarazo, pronosticando dificultades irreparables tanto físicas como psicológicas, lo que no se dice de los casos en que el aborto se ha dado por motivos biológicos o al menos inconscientes.

 

Desde mi experiencia profesional, considero que estas diferencias no son tan exactas. Cuando las mujeres que abortan por decisión propia se encuentran en un contexto que apoya o, al menos, no criminaliza su opción, el proceso de recuperación puede darse de una manera natural. Y así también, cuando el aborto se produce de manera involuntaria, pueden existir complicaciones al no encontrar, por ejemplo, espacios de expresión de las emociones que conlleva la experiencia.

 

Lamentablemente, en nuestra sociedad occidental la experiencia del aborto suele ser algo muy secreto. Existe un cierto tabú que impide que las mujeres hablen sobre el tema. En el caso del aborto espontáneo, es común que se acallen intentos de expresión con mensajes como: “menos mal que fue ahora y no después”, “al fin y al cabo era sólo un embrión”, “ya tendrás otro hijo pronto”, “es la voluntad de Dios”, etc. Cada cual saca de su baúl las frases que pueden encajar según la situación y que son fácilmente intercambiables según convenga, porque a la mujer de la misma edad y con las mismas condiciones, pero que aborta voluntariamente también se le suele decir: “ahora no vas a poder tener hijos”, “era una vida humana y la has matado”, “tendrás que pedir perdón a Dios”…

 

Pero haya sido voluntario o involuntario, el aborto conlleva algo que no está basado en políticas o religiones. Conlleva un duelo y este duelo es bastante particular, porque no hay algo físico para llorar. A no ser que se de en una etapa avanzada del embarazo, no hay a quien enterrar. Y más aún, no ha habido una figura social que parezca merecer un tiempo de luto. Sin embargo puede ser una pérdida importante que pocas veces se elabora completamente.

 

Así, se puede comprender fácilmente que el riesgo de padecer una depresión sea tan común después de un aborto. ¿Quién no se deprime cuando no tiene tiempo ni espacio para elaborar un duelo? ¿Quien no se deprime cuando no siente la libertad para llorar por algo que parece que nunca existió?

 

Ante este panorama, hay mujeres que optan por salidas rápidas, como puede ser la de buscar un nuevo embarazo sin haber elaborado el duelo por la pérdida, o cerrar toda posibilidad de contacto con las sensaciones que ha generado la experiencia. Esto puede producirse de manera inconsciente, llegando incluso a pensar que no pasó nada, que lo que sucedió no tiene mayor importancia.

 

También es cierto que toda respuesta depende de muchos factores como son las motivaciones, las condiciones del contexto, las expectativas que se tenían, la pareja, la estructura psíquica o la capacidad de elaboración de los duelos anteriores. Porque el hecho de admitir que el aborto conlleva un duelo no quiere decir, necesariamente, que este duelo sea largo, complejo o irreparable. Por el contrario, precisamente al enfrentar lo que supone, la elaboración puede ser más simple que cuando no se toma en cuenta.

 

¿Y qué pasa con la pareja?

 

En los casos en que la pareja de la mujer que aborta está implicada con la experiencia, también suceden vivencias emocionales que pocas veces se toman en cuenta. El hecho de que no sufra en carne propia las consecuencias que conlleva el aborto, no quiere decir que no le afecte. Al ser la mujer la protagonista de esta historia, se tiende a dejar de lado las posibles reacciones del padre, que en el tiempo de embarazo también tuvo su proceso y creó sus expectativas, tuvo sus miedos y sus adaptaciones ante unas nuevas condiciones.

 

Para él también, la pérdida de un embarazo puede ser devastadora. Pueden aparecer sensaciones de culpa, de miedo o de gran responsabilidad cuando es quien ejerce el rol de “fuerte” en la pareja. En ocasiones puede parecer pasivo o aislado de la situación, pero esto no quiere decir, necesariamente, que se sienta ajeno a lo que pasa. Al menos no siempre. Olvidar estas posibles reacciones es una gran equivocación cuando se trata de resolver el duelo por un aborto, ya que una sana comunicación en la pareja es una base sólida de apoyo en la elaboración de cualquier pérdida y con mucha más razón en esta.

 

Para la prevención…

 

Si has pasado por la experiencia del aborto, ya sea provocado o espontáneo, y deseas prevenir que tu duelo se complique, conviene tomar en cuenta que:

 

  • Es posible que te sientas triste, confundida, angustiada, ansiosa o culpable. Después de un aborto te enfrentas a cambios físicos y emocionales que conllevan un desequilibrio, mientras todo se pone en orden de nuevo.

 

  • No importa el tiempo que tuvieras de embarazo. Lo que importa es la profundidad del vínculo que hayas establecido con ese ser que no llegó a nacer. Y eso sólo lo sabes tú, por lo tanto, tienes derecho a sentirte muy triste aunque lo hayas perdido a las pocas semanas y también tienes derecho a sentirte aliviada si realmente no deseabas llevarlo a término.

 

  • Pero sea como sea, estás viviendo una pérdida y aunque tú no la vivas como tal, tu cuerpo puede reaccionar con algunos síntomas como son la falta o el exceso de apetito, dolores abdominales, náuseas y vómitos, palpitaciones o dolores de cabeza. Estas reacciones pueden tener que ver con los cambios hormonales, pero también con las implicaciones emocionales que a veces no se viven de manera consciente.

 

  • Si después de un tiempo decides intentarlo de nuevo y te quedas embarazada, es posible que aparezcan miedos relacionados con la pérdida. Esto es más frecuente cuando no se ha elaborado completamente el duelo por el aborto. Recuerda que lo bueno de los duelos es que siempre se pueden resolver, aunque hayan pasado meses o años.

 

  • El sentimiento de vacío es algo muy común después de un aborto. Si evitas llenarlo con algo, especialmente con otro embarazo muy pronto, previenes el riesgo de complicarte un duelo que puede ser elaborado de una manera más rápida y simple.

 

  • Aunque el duelo por aborto no tenga el estatus social que merece, existen rituales de despedida que puedes hacer sola o en compañía de otras personas, y que ayudan a la recuperación.

 

Como otros duelos, el del aborto puede ser resuelto de forma natural, si te das el permiso para vivirlo. Pero si después de un tiempo sientes que te sigue afectando negativamente y que esto compromete tu bienestar, plantéate pedir ayuda psicológica para acabar de resolver lo que haga falta y poder seguir con tu vida en libertad.

 

María Clara Ruiz