Depresión… ¿Cosa de Mujeres?

La depresión sigue siendo un asunto preocupante en la sociedad actual. Según la OMS es una de las tres causas principales de discapacidad en el mundo, pero está haciendo sus méritos para convertirse en la primera.

Según datos de la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (2009-2013), el aumento de casos de depresión se debe al incremento de la edad media en la población, el nivel de estrés y el aumento del consumo de sustancias tóxicas y fármacos. Además, los datos destacan que el riesgo de padecer al menos un episodio grave de depresión, es el doble en mujeres que en hombres.

Sobre este último asunto, el que se refiere a la diferencia entre hombres y mujeres, propongo reflexionar hoy.

Tomemos en cuenta que el principal síntoma de la depresión es la tristeza. Una tristeza que abate, que deja a quien la padece sin fuerza para lo más básico. Levantarse, darse una ducha, vestirse, tomar un desayuno y empezar las actividades cotidianas, se convierte en un trabajo fatigante y a veces imposible. Esta falta de energía suele venir acompañada por el pensamiento de que no se va a salir nunca de este estado. Y como si eso fuera poco, se adhieren otros síntomas como son la falta de concentración, pérdidas de memoria, ideas intrusivas y pérdida de flexibilidad cognitiva, entre otros. Porque la depresión no sólo se manifiesta con tristeza. También puede aparecer cansancio extremo e irritabilidad, pérdida de interés en el trabajo, en la familia o en las actividades de ocio. Además, los trastornos del sueño y las distorsiones en la sexualidad suelen estar presentes.

No resulta extraño que sea la mujer quien se permita expresar con mayor facilidad estas dificultades. Lamentablemente, aún existe una especie de regla social que hace más reacio al hombre para reconocer sentimientos ligados a la debilidad, la inseguridad o la baja autoestima. Pero el hecho de que no los comunique no quiere decir que no los padezca y, en cambio, no expresarlos sí puede empeorar una situación que podría ser prevenida desde el principio.

Es por esto que, antes de dar por sentado que el doble de las mujeres padece depresión con respecto a los hombres, vale la pena revisar los condicionantes sociológicos que permiten a unas e impiden a otros la expresión directa de su sintomatología:

Hay quienes han atribuido esta marcada diferencia a factores hormonales, tomando en cuenta los tipos de depresión asociados a la mujer, como son la depresión postparto, la depresión premenstrual y la depresión menopáusica. Si damos por sentado que esta es la causa de la mayor incidencia de depresión en mujeres que en hombres, podríamos poner aquí el punto final achacando la diferencia a la biología o a la mala suerte de nacer mujer. Sin embargo, esto no resulta convincente cuando otros trastornos, como por ejemplo el bipolar, no es más frecuente en mujeres que en hombres.

Un estudio realizado en Cataluña, denominado Factores sociológicos que influyen en el desarrollo de la depresión en las mujeres, nos da luces al respecto. Efectivamente, en la investigación cuantitativa la depresión resulta más elevada para las mujeres que para los hombres. El alto índice de enfermedad psiquiátrica en las mujeres se relaciona con cuadros depresivos, ansiosos y fóbicos, mientras que en los hombres está asociado a los trastornos de personalidad y los derivados del consumo de alcohol y otras sustancias.

Aquí se abre una puerta gigante a la posibilidad de que, detrás de esos trastornos de personalidad y del abuso de sustancias y alcohol asociadas a lo masculino exista, en ocasiones, una depresión encubierta que no aparece en las estadísticas. Interesante esta investigación: Alcoholismo, género y emociones: ¿el hombre se alcoholiza y la mujer se deprime? Patrones relacionales en la familia del hombre alcohólico en comparación con los de la mujer depresiva”, que muestra cómo la depresión y el alcoholismo comparten patrones relacionales similares, aunque existen diferencias en el ámbito de la expresividad emocional.

De todas formas, así como hay que evitar la simplificación alcoholismo-depresión sin haber estudiado antes sus causas, también es recomendable abrir el espectro de posibles expresiones indirectas, como pueden ser el bloqueo emocional u otras adicciones más permitidas (al trabajo, a las redes sociales, al consumo…) que tantas veces pasan desapercibidas, llegando incluso a convertirse en valores a imitar.

Siguiendo con el estudio catalán, también se observó que son más altos los índices de depresión en mujeres casadas de mediana edad que en solteras. Podría decirse con esto que la mayor posibilidad de la mujer soltera para acceder a una sociedad más igualitaria le permite prevenir la depresión. Puede ser, pero a mi me parece algo peligrosa esta conclusión sin profundizar en la diversidad de las relaciones que actualmente se presentan como un abanico de posibilidades. Soltera o casada, la idea más sensata parece ser que las mujeres que gozan de una equidad de género en su vida privada y social inmediata, tiene menos riesgo de padecer la depresión. Y parece que es así cuando se ha visto que, al acceder ellas al espacio que tradicionalmente se consideraba exclusivamente masculino, se ha acortado significativamente la frecuencia de tentativas de suicidio en ambos sexos.

Pero aunque en la vida privada de algunas reine la equidad, en términos generales -aún hoy día- las mujeres responden a los roles tradicionales haciendo malabares para conciliar la vida laboral con la personal, cuidando de padres, hijos, ancianos, etc., siendo más vulnerables a la carga psíquica que suele afectar emocionalmente a los cuidadores y que, no por casualidad, está relacionada con la depresión.

Todo lo dicho anteriormente lo corrobora Andrew Solomon en su libro El demonio de la depresión, donde habla del hecho de que las mujeres que padecen estrés agudo tengan elevadas posibilidades de sufrir depresión postparto, mientras que aquellas cuyas parejas asumen una parte importante de la responsabilidad en el cuidado del niño, muestran niveles reducidos de este tipo de depresión. Así también, habla de cómo en los campus de universidades norteamericanas los índices de depresión masculina y femenina son iguales, lo cual puede estar relacionado con la equidad de condiciones, además de la mayor probabilidad de que los hombres, en este contexto, estén más dispuestos a reconocer su enfermedad que otros hombres de más edad o de menor formación.

También comenta que a muchos hombres no se les diagnostica la enfermedad “porque la actitud que suelen tener ante los sentimientos depresivos no consiste en recluirse en el silencio del abatimiento sino en el ruido de la violencia, el consumo excesivo de sustancias diversas o la adicción al trabajo”. Y como si esto fuera poco, se refiere a los roles que se esperan de cada uno: en el caso de la mujer, que se adapte y que sea feliz con lo que hay, mientras en el del hombre, que sea fuerte. Dice Solomon: “Si las mujeres experimentan una agudización de su depresión porque no son tan felices como creen que deberían serlo, los hombres padecen un incremento de su depresión porque no son tan valientes como creen que deberían serlo”.

¿Qué queda entonces? Sufrimiento, en los dos casos. No se trata de una absurda competencia para ver si es que las mujeres son unas histéricas o los hombres unos machistas. Se trata del sufrimiento humano que no conoce razas, clases sociales, edades ni géneros. Es por esto que, cada vez más, se hace imperiosa la implicación de los hombres en la prevención de la violencia de género, a todos los niveles.

Con cierto optimismo puedo decir que a las consultas de psicoterapia cada vez más se acercan hombres dispuestos a romper el silencio en los aspectos emocionales de la vida masculina buscando, al igual que las mujeres, mejorar su calidad de vida emocional, comprender los motivos de sus bloqueos, optimizar sus relaciones de pareja, enriquecer su vida sexual. Aunque es verdad que algunos, en un primer momento, refieran problemáticas más relacionadas con el mundo laboral o con las relaciones sociales en general, la profundización en el contacto consigo mismos y con su cuerpo les permite encontrar ese punto depresivo, cuando lo hay. En este momento es cuando alguien comprende que sentirse deprimido y aceptarlo, no le hace menos hombre pero sí más humano y es ahí donde empieza un camino, sin duda gratificante.

La Psicoterapia ayuda a comprender y a afrontar relaciones o situaciones difíciles que pueden estar causando o empeorando la depresión. Por su parte, la herramienta del trabajo psicocorporal permite la ubicación y el desbloqueo de tensiones que enmascaran depresiones, la mayoría de las veces tratables con pronósticos favorables.

María Clara Ruiz